La Expedición Balmis abarca desde el 8 de mayo de 1804, día de la separación de la Expedición Vacunal en dos partes, hasta el 7 de septiembre de 1806, fecha de la llegada de Balmis a Madrid. Esta rama de la Expedición estaba compuesta por 6 personas: el director, D. Francisco Xavier Balmis; un ayudante, D. Antonio Gutiérrez Robredo; un practicante, D. Francisco Pastor; dos enfermeros, D. Pedro Ortega y D. Antonio Pastor; y la rectora, Dña. Isabel Sendales y Gómez. Además se les unían todos los niños que procedían de Galicia.
A bordo de la María Pita, la navegación por el Caribe fue penosa y alteró tanto la salud de los niños como la de los expedicionarios. Finalmente, la corbeta fondeó en el puerto de La Habana el 26 de mayo de 1804. A su llegada, Balmis descubre que la vacuna estaba perfectamente establecida por el médico Tomás Romay.
Ante la estupenda labor realizada por éste, Balmis piensa que quedarse más en la isla sería una pérdida de tiempo que impediría llegar a otras regiones en las que no se conozca el fluido vacuno. A los tres días de arribar a La Habana, el 29 de mayo, solicita que se le proporcionen quatro niños que sirvan para trasmitir la preciosa vacuna.
La solicitud no fue atendida. Cuando había pasado más de una semana, el día 7 de junio, Balmis vuelve a pedir los niños necesarios para trasmitir la vacuna a Nueva España. No hay respuesta. La poca paciencia de Balmis se agota.
El día 14 de junio, después de tres semanas de ruegos, peticiones y solicitudes formales, comunica al Capitán General de la Isla, el Marqués de Someruelos, que no necesita los niños. Había convencido a un joven “tamborcito” del regimiento de Cuba y había comprado tres esclavas negras para que llevasen la vacuna a Nueva España.
El viaje no se demora más. Una vez solventado el problema del transporte de la vacuna, la Expedición Filantrópica zarpa del puerto de La Habana cuatro días más tarde con dirección a la península de Yucatán.
Después de un trayecto dificultoso por el Caribe mexicano, la Expedición arriba al puerto de Sisal, el 25 de junio de 1804. En el puerto fue recibida por el Gobernador de Mérida, Benito Pérez. Inmediatamente, los expedicionarios y la comitiva que los acogió se desplazaron a la capital.
A la ciudad de Mérida llegaron el día 29 de junio de 1804. Ese mismo día comenzaron las vacunaciones con el apoyo de las autoridades locales. En Mérida, Balmis recibe la ayuda necesaria para propagar la vacuna por Centroamérica. Necesita niños, un buque y auxilios necesarios para realizar las campañas sanitarias.
Balmis comisiona a Francisco Pastor, su sobrino, para que comunique la vacuna a la Capitanía General de Guatemala. Siguiendo la siguiente ruta: desde Mérida a Villahermosa de Tabasco; desde allí, a Ciudad Real de Chiapas; y que llegue hasta la capital de la Capitanía General de Guatemala. Desde su capital, Guatemala, que regrese después a la ciudad de México por la vía de Oaxaca.
Una vez derivada la vacuna hacia Centroamérica, Balmis no demora su estancia en la península de Yucatán y parte de Sisal con rumbo al puerto de Veracruz el día 19 de julio de 1804.
En esta ciudad la vacuna estaba perfectamente establecida. Esto disgustó muchísimo a Balmis, porque no encontró gente que se quisiese vacunar, y para mantener el fluido fresco hubo de recurrir a la tropa. No pudo hacer nada y tuvo la sensación del perder el tiempo.
Alejado del centro de poder novohispano, Balmis había notado el desinterés del virrey por la vacuna. Le había mandado cartas solicitando órdenes de actuación para propagar la vacuna en su virreinato y no había recibido respuesta alguna.
La indignación de Balmis era tan grande que remitió un artículo a la “Gazeta de México” para que supiese que ya estaba introducida allí la vacuna. Ante tanta desidia, Balmis abandonó la ciudad-puerto de Veracruz el día 1 de agosto de 1804 con rumbo a la capital novohispana. Tenía prisa por llegar a la ciudad de México para entregar los 22 niños que había sacado de la Coruña, quedando así desembarazado para acudir a donde se tuviere por conveniente.
Con una parada obligada en el Santuario de la Virgen de Guadalupe, la Expedición llega a la ciudad de México el 9 de agosto de 1804. La llegada a la capital novohispana no mejoró las relaciones del virrey Iturriagaray y Balmis, sino que se enconaron aún más. El enfrentamiento fue directo y no epistolar como hasta entonces. A partir de este momento, Balmis aprovecha cualquier ocasión para elevar al Consejo de Indias quejas y críticas del virrey.
Desde la capital salieron los expedicionarios rumbo al norte para lograr establecer la vacuna, aun en los territorios más alejados de la capital del virreinato. Comenzaron las vacunaciones sistemáticas en Puebla de los Ángeles, Guadalajara de Indias, Zacatecas, Valladolid, San Luís Potosí y las Provincias Internas.
Este periplo tenía un doble objetivo: crear y establecer Juntas de Vacuna que se responsabilizasen de mantener el fluido vacuno fresco y la colecta de los niños sin el control directo y la oposición del virrey. Consiguieron 26 niños mexicanos para poder cruzar el Pacífico manteniendo el virus vacuno vivo en sus brazos. Después de 53 días de ausencia, el 30 de diciembre de 1804, la Expedición Vacunal vuelve a reunirse en la ciudad de México. La estancia en la capital de la Nueva España fue corta. Rápidamente comenzaron los preparativos para emprender el viaje que permitiese propagar la vacuna en el archipiélago filipino.
La Expedición Salvany abarca desde la separación de la Expedición, el día 8 de mayo de 1804, hasta el día de su muerte el 21 de julio de 1810. Esta rama de la Expedición estaba compuesta por 4 personas: el subdirector, que a partir de ese momento tendría cargo de director, José Salvany; un ayudante, Manuel Julián Grajales; un practicante, Rafael Lozano Pérez; un enfermero, Basilio Bolaños y cuatro niños que se encargarán de transportar la vacuna en sus brazos.
Las primeras noticias que tenemos de la Expedición Vacunal por el territorio sudamericano son catastróficas. El día 13 de mayo de 1804, a los cinco días de comenzar su periplo, el bergantín San Luis encalló en las bocas del río Magdalena cerca de la ciudad de Barranquilla. Las cosas no podían empezar peor. Todos los expedicionarios se vieron afectados en el accidente.
Viendo el riesgo que corrían, desembarcaron precipitadamente en una playa desierta á barlovento de Cartagena. Su vida estuvo en peligro. No fallecieron porque contaron con la ayuda de los naturales y de un navío de corso, La Nancy, al mando del teniente de navío Vicente Varela, que viajaba por ese tramo del río.
El incidente les había alejado del derrotero establecido por Balmis. Para retomar la ruta prevista tuvieron que atravesar por el desierto a la Cienagas de Santa Marta y desde allí a Cartagena. La Expedición no sufrió pérdidas humanas pero sí pérdidas materiales, sobre todo los instrumentos de vacunación.
En Cartagena los expedicionarios contaron con el apoyo político de las autoridades locales, pero también con el económico del potente Consulado cartagenero, que financió todos sus gastos. La ciudad se erigió en un centro difusor de la Vacuna. Desde esta población se irrigó el fluido hacia Panamá por Portobello, a cargo de un religioso bethlemita acompañado de cuatro niños y hacia Buenos Aires por Riohacha, entre cristales.
En el territorio cartagenero se establecieron Juntas Centrales y Subalternas de vacuna en los pueblos donde se consideraron necesarias, con unas instrucciones, fáciles y sencillas, elaboradas por Salvany.
Cuando Salvany, consideró que ya estaba establecida la vacuna en esos territorios, preparó el viaje para continuar su campaña de salud pública rumbo a Santa Fe de Bogotá. La REFV contó en Cartagena de Indias con el apoyo de su Gobernador que facilitó la labor vacunadora por el territorio de su mando. Salvany y el resto de los expedicionarios abandonaron Cartagena en julio de 1804.
Les acompañaban diez niños, que conservarían el fluido fresco en sus brazos, y las comunicaciones oportunas que ordenaban a las justicias de los pueblos por donde transitasen para que le auxiliasen en quanto se le ofreciese. Desde Cartagena de Indias hasta Santa Fe, la Expedición Filantrópica discurre por el río Magdalena. La navegación era tranquila, aunque larga y penosa. Se realizó en pequeños barcos muy ligeros que se llamaban “campanes”.
Durante la travesía, Salvany se dio cuenta de la envergadura de la Expedición. Era mucho territorio para sólo cuatro hombres. Para no dispersar esfuerzos, y siguiendo el criterio que había ideado Balmis, se dividen las fuerzas para abarcar mayor porción de territorio. Se crearon dos grupos, cada uno de ellos formado por dos facultativos.
Antes de llegar a Santa Fe, la Expedición pasó por las poblaciones de Tenerife y Mompox. Al llegar a la ciudad de Ocaña la Expedición se divide en dos, Salvany con el enfermero Bolaños y Grajales con el practicante Lozano.
La subexpedición dirigida por Grajales, desde la ciudad de Ocaña siguió el valle del Cucutá hasta la ciudad de Pamplona; desde allí pasó a San Gil, Socorro y Velez. La dirigida por Salvany, siguió de Ocaña por el río en dirección a Nares.
En esta ciudad se derivó la vacuna a la ciudad de Medellín, gracias a la presencia de un facultativo y dos muchachos. Desde Nares se pasó a Honda. En esta ciudad Salvany tuvo que descansar porque se encontraba aquejado de sus males, que se habían agravado en el ascenso de los Andes.
Enterado de la enfermedad de Salvany, el virrey Ammar se alarmó. Con temor de que la vacuna no llegase a Santa Fe, por una posible muerte de Salvany, igual que había pasado con el doctor Verges, dispuso la salida de Santa Fe de un facultativo y niños, con los demas socorros necesarios tanto para su curación como para que dicho facultativo se hiciese cargo de la conservación del fluido si llegaba á morir Salvany.
Afortunadamente Salvany superó la enfermedad y llegó a la capital neogranadina el 17 de diciembre de 1804. En Santa Fe ya se encontraban los demás expedicionarios, que habían llegado por otra ruta.
Los desastres de la viruela en esta capital habían creado una opinión pública favorable a la vacuna. Las vacunaciones comenzaron de inmediato. El apoyo del virrey neogranadino fue esencial. Hizo conocer la llegada de la Expedición por bando. Publicó un “Reglamento para la conservación de la Vacuna en el Virreinato de Santa Fe”.
Facilitó una sala del hospital que estaba al cargo de los religiosos de San Juan de Dios, aunque Salvany rechazó la propuesta, para que no se relacionase la vacuna con la idea de enfermedad y muerte. La Expedición también contó con el apoyo de las autoridades eclesiásticas. Los párrocos desde los púlpitos recomendaron el uso de la vacuna y exaltaron la personalidad de Salvany y sus colaboradores.
La estancia en Santa Fe sirvió para reponer fuerzas, tanto físicas como psíquicas. Resultaba gratificante parar, detener la agitada marcha, poder reposar de las difíciles y peligrosas andaduras por valles y quebradas.
No menos gratificantes fueron el júbilo y el aplauso con que los recibieron. El día 8 de marzo de 1805, la Expedición Vacunal abandona Santa Fe con dirección al Virreinato peruano, después de haber realizado 56.324 vacunaciones. La magnitud de la cifra hace pensar en la intensidad de la labor profiláctica desarrollada.
A la salida de Santa Fe, la Expedición nuevamente se divide en dos. Una, al mando de Grajales, a quien acompaña Bolaños,atravesando las montañas del Quindío, se dirige a la ciudad de Neiva, La Plata y Popayán. La otra, al mando de Salvany, a quien acompaña el practicante Lozano, se dirige también con rumbo a Popayán pasando por las ciudades de Ybagué, Cartago, Truxillo, Llano Grande, Provincia de Choco y Real de Minas de Quilichas.
El grupo Grajales-Bolaños llegó a Popayán en abril y el grupo Salvany-Lozano en mayo. En Popayán, lo primero que tuvo que hacer la Expedición fue reponerse de las fatigas de su viaje y del quebranto que advertía nuevamente en su salud con la misma enfermedad de ojos y efusión de sangre por la boca que había padecido en Santa Fe.
Salvany retarda la salida, pero no puede parar la propagación de la Vacuna, sobre todo cuando recibe la noticia de que la Real Audiencia de Quito sufre una epidemia de viruelas naturales. Este es el detonante del abandono de Popayán. Hay que llegar al territorio quiteño cuanto antes. Salvany divide nuevamente la Expedición.
Grajales y Bolaños desde Popayán toman rumbo a la ciudad de Barbacoas para que desde allí, costeando Tumaco, La Tola y Jipijapa, lleguen a la ciudad-puerto de Guayaquil. Con el envío de la vacuna a Guayaquil, Salvany pretende que esta ciudad, además de ser un centro comercial, sea un centro difusor de la vacuna. Encomienda a Grajales que desde este puerto envíe la vacuna entre cristales en cualquier barco que se dirija al territorio panameño. Mientras tanto, Salvany y Lozano se desplazarían desde Popayán a Quito por la sierra. Pasarán por las poblaciones de Pasto, Tulcan, Ybarra, Otavalo y Cayambe.
Las previsiones pensadas para propagar la vacuna por la costa no se pudieron llevar a cabo. Una causa fue la falta de financiación desde las Cajas Reales de la ciudad de Barbacoas, otra fue la constante presencia de ingleses en la Isla de la Gorgona, en la bahía de Atacames y en el cabo de San Francisco. Grajales y Bolaños llegan a Quito siguiendo el camino de Malbucho.
El grupo encabezado por Salvany llega a Quito el 16 de julio de 1805. Contó con el apoyo tanto de las autoridades civiles como eclesiásticas. La primera vacunación se verificó el día 3 de agosto de 1805. La estancia en la ciudad quiteña no es del todo perfecta. Poco antes del abandono de esta ciudad, el subdirector de la Expedición Vacunal sufre un robo. Le sustraen 100 pesos fuertes y parte de su equipaje.
Después de este asunto tan desagradable y sin retrasar los tiempos que estaban previstos, tras dos meses de estancia en Quito, donde Salvany propagó el fluido vacuno y se repuso de sus fatigas y quebranto de la salud, salió con rumbo a Lima. El lunes 13 de septiembre de 1805, tras la celebración de un Te Deum de acción de Gracias, salió la Expedición con dirección a Cuenca.
Ya hacía más de cuatro meses que Salvany había salido de Quito, cuando llega a esta ciudad el grupo de Grajales. Como no había podido llegar a Guayaquil, solicita al Barón de Carondelet, Presidente de la Real Audiencia de Quito, que le dote de comunicados oportunos que le permitan llegar a Guayaquil.
Esta ciudad-puerto pertenece al Virreinato del Perú, y la Real Audiencia de Quito pertenece al Virreinato de la Nueva Granada. El trámite político es lento y se demoran los documentos. Todo se retarda. Grajales y Bolaños pasan en la ciudad de Quito la Navidad de 1805 en espera de los documentos que les permitan pasar al Virreinato peruano.
Mientras tanto, el grupo de Salvany continúa su periplo por la Cordillera Andina. Llegan a la ciudad de Cuenca el día 12 de octubre de 1805. Al día siguiente se celebró una misa con Te Deum de acción de gracias en la Catedral y al terminar se realizaron 700 vacunaciones.
En la ciudad de Cuenca, las manifestaciones de acción de gracias fueron fastuosas y muy concurridas por la población. Se celebraron tres corridas de toros con caballos, bailes de máscaras e iluminación de la ciudad durante tres noches. En Cuenca los expedicionarios estuvieron dos meses para partir el 16 de noviembre de 1805 con dirección a la ciudad de Loja.
Salvany estaba mermado de facultades y cada vez veía más dificultades en la realización de la campaña sanitaria. Los niños eran muchos, y la paciencia de Salvany cada vez menor. Consiguió que el padre bethlemita Fray Lorenzo Justiniano de los Desamparados le acompañase para cuidarlos como lo hizo, tratandoles con cariño y esmero, incluso ayudó a Salvany a practicar algunas vacunaciones. El camino a Loja se realizó rápidamente. En el trayecto los expedicionarios vacunaron a 900 personas y en la ciudad a 1500 personas más.





