La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna
Antes de reencontrarnos con Balmis en Santa Elena, revisemos la primera campaña mundial de vacunación organizada de la historia. Tres elementos contribuyen a la puesta en marcha de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (REFV).
Por un lado, el descubrimiento de la vacuna por Jenner ofrece posibilidades de combatir la viruela. Este método es rápidamente adoptado y asimilado en toda Europa y de él llegan noticias a la Península Ibérica y a los territorios de Ultramar.
Por otro lado, la sensibilización de la Casa Real, que dentro del Palacio ha sufrido pérdidas entre sus miembros a causa de las viruelas a los largo del siglo XVIII, sintiendo el miedo hacia la enfermedad con la misma intensidad que el pueblo. Finalmente, las noticias procedentes de Ultramar, que informaban de los dramáticos efectos que causaban las epidemias de viruelas que asolaban desde 1802 los territorios del Virreinato de Santa Fe y del Perú.
La población mermaba, al igual que disminuía la fuerza de trabajo y la recaudación de impuestos.La Expedición Vacunal tiene como único objetivo propagar y perpetuar la vacuna contra la viruela.
El derrotero lo determinaron los acontecimientos y las necesidades de los territorios por los que pasaban y a los que se dirigían. Desde su gestación la Expedición fue orientada para dar respuesta a las necesidades médicas y sanitarias de los territorios de Ultramar. La adaptabilidad fue su cualidad más importante.
La Expedición de la Vacuna (1803-1810) fue la mayor hazaña médica que se realizó en los territorios hispanos (Península y Ultramar). Esta Expedición se enmarca dentro del conjunto de las expediciones ilustradas realizadas por la Corona hispana en los territorios americanos.
La velocidad de tramitación de la burocracia estatal fue inusual. Solamente transcurrieron ocho meses desde que la empresa se gestó (28 de marzo de 1803) hasta que fue iniciada (30 de noviembre de 1803). Esta inmediatez manifiesta la urgencia y la importancia del proyecto sanitario.
Una vez decidida la actividad, el problema radicaba en la financiación y en el equipamiento. La REFV resultó muy costosa por la cantidad de personas que movilizaba y por el cúmulo de intereses económicos creados a su alrededor. A esto hay que añadir el momento de crisis económica y política nacional e internacional.
La propagación de la vacuna solamente generaba gastos, los beneficios en todo caso se verían a largo plazo. El principal gasto fue dotar a la Expedición de un botiquín. Este estaba compuesto de porciones de lienzo para las vacunaciones, 2.000 pares de vidrios para mantener el fluido vacuno, una máquina pneumática, 4 barómetros y 4 termómetros; 500 ejemplares de la obra de Moreau de la Sarthe traducida por Balmis,para que sirviesen de manual para la difusión de esta práctica médica en los lugares por donde pasase la Expedición.
Además llevaban 6 libros en blanco, para que en ellos se anotaran los resultados de su trabajo con el visto bueno del “Jefe del distrito”, sirviesen de registro de las actividades realizadas y presentarlos al regreso de la Expedición a la Península. Esta dotación generó un gasto de 90.000 reales de vellón, aunque solamente estaban presupuestados 200 doblones.
Aparte del botiquín, los gastos más gravosos de la REFV eran ocasionados por los expedicionarios, en la doble vertiente de su transporte y de su manutención, ambos aspectos fueron muy litigados por los interesados y por la Hacienda Pública.
El Estado siempre intenta gastar a la baja, tanto en el flete del barco como en la alimentación de los expedicionarios. Los criterios que prevalecieron fueron el ahorro frente al gasto y la velocidad de propagación frente a la comodidad de los expedicionarios.
Todos los gastos corrían a cargo de la Real Hacienda. De este modo el poder público hispano controlaba la principal hazaña sanitaria del mundo ilustrado. Una vez llegados a los territorios ultramarinos, los expedicionarios pasaban a depender de las autoridades locales. Los poderes públicos coloniales podían financiar los gastos de los expedicionarios desde el Ramo de Tributos de Indios, los Censos de Indios, el Ramo de Propios o los Diezmos eclesiásticos. Saliese de donde fuese el dinero siempre baxo condiciones equitativas y ventajosas para la hacienda.
Otro aspecto esencial en la organización de la Expedición Filantrópica fue la legislación. Desde el inicio, Balmis demanda y la Corona emite un repertorio legislativo que normalice la actuación de la REFV, empezando por la Real Orden de 5 de junio de 1803, en la que se comunica la propagación de la vacuna contra la viruela a todos los territorios hispanos de Ultramar.
Cuando hablamos de la REFV pensamos primariamente en una unidad. Aunque en la teoría estaba pensada así, en la práctica no fue unitaria. América no es una unidad geográfica. La diversidad de paisajes marca y define la realidad americana.
La Expedición de la Vacuna no se mantiene al margen de los condicionamientos geográficos, y su discurso por el territorio está más sometidos a los caminos, valles y montañas, que al criterio y la decisión de los expedicionarios. A las enormes distancias se une la dificultad de las comunicaciones. En el tránsito del siglo XVIII al siglo XIX, en la mayoría del continente americano la comunicación es mala. Esta deficiencia se incrementa en los caminos de la sierra.
Las montañas se convierten en farallones insalvables que retardan el camino y minan la salud física y mental de los expedicionarios. Esta geografía no afecta por igual a cada uno de los miembros de la expedición. Los inconvenientes no afectan de igual modo al niño que al facultativo. Los caminos eran infranqueables.
Para salvar los obstáculos de los trayectos se utilizaban indios porteadores. Estos indígenas transportaban a los expedicionarios y a los delicados útiles que se necesitaban para las vacunaciones.
Había varias modalidades. Los “porteadores”, que eran los que llevaban a sus espaldas los bultos o las personas, que se sentaban en una especie de mochila de bejucos y troncos finos. Los “estriberos” eran los que movilizaban los paquetes más pesados y las personas adultas. Se necesitaban cuatro estriberos por bulto.
Cuando los trayectos eran largos, la Expedición requería porteadores y estriberos de recambio. La dureza de los caminos exigía el cambio, de vez en cuando, en cada descanso. La realización misma del viaje era toda una aventura.
Pero quizá el inconveniente más generalizado en los recorridos americanos eran los ríos. El gran caudal y el profundo cauce obstaculizaban siempre e impedían, a veces, la comunicación. Desde época prehispánica, para cruzar los ríos se habían ideado unos puentes, que se han mantenido por su utilidad hasta nuestros días. Estas “obras de ingeniería” eran casi más difíciles de atravesar que cuando no existía el puente.
No todos los puentes eran iguales. Existían diferentes soluciones en función de los materiales constructivos de la zona, de la frecuencia de uso, y de la calidad del uso. Nos encontramos puentes de maromas o bejucos y taravitas.
El paso de estos puentes era arriesgado. El expedicionario se jugaba la vida cada vez que se deslizaba montado en un zurrón y suspendido entre dos horcones de una margen a otra de un río. El constante bamboleo provocaba un mareo cuyo recuerdo no se quitaba nunca de la cabeza. Junto al vértigo y el mareo se añadía el gasto económico que suponía el pago de las gabelas de uso y mantenimiento de los mismos.
El paso de los puentes suponía un alto coste económico. La aventura del viaje más arriesgada para el cuerpo y para el bolsillo. El tránsito de estos puentes era temido por los viajeros que paseaban por el territorio americano.
Los caminos por los que discurre la Expedición Vacunal son únicos. No existen rutas alternativas. El viaje resultó dificultoso, penoso y arriesgado tanto física como económicamente. Teniendo en cuenta todos los condicionamientos anteriormente descritos, los expedicionarios desarrollaron su labor filantrópica y sanitaria con éxito.
Al inicio se plantearon varias propuestas de derrotero, pero ninguna de las propuestas se realizó. Los acontecimientos y la realidad determinaron la ruta seguida. Los expedicionarios, una vez que tomaron contacto con la geografía americana, no fueron ajenos a esa realidad.
La orografía desigual, la hidrografía torrencial y el clima discrepante dañaron la salud de todos los miembros de la Expedición Vacunal. En estas condiciones vivieron e incluso murieron los miembros que desarrollaron la gran campaña de salud contra las epidemias de viruela a principios del siglo XIX.





