La difteria reaparece ahora -al igual que el sarampión y otros males que las campañas de inmunización masiva habían acorralado- de la mano de los antivacunas, padres que se niegan a proteger a sus hijos frente a graves enfermedades porque, según ellos, las vacunas no son ni efectivas ni seguras. «Gracias a las vacunas, hemos erradicado la viruela, estamos en vías de erradicar la poliomielitis y hemos eliminado de la circulación la rubeola y el sarampión», explica Javier Arístegui, pediatra, infectólogo del Hospital Universitario de Basurto y profesor de la UPV. Para él, el caso del pequeño de Olot demuestra que «no se puede bajar la guardia» en la lucha contra males como la difteria. «Por fortuna -añade-, la cobertura de vacunación contra esta enfermedad en España es altísima y supone que está protegida la inmensa mayoría de la población». Allí donde se han introducido masivamente las vacunas contra la difteria, sarampión, tos ferina y otras enfermedades, las muertes por esas dolencias han desparecido. Tampoco pasean por nuestras calles menores de 30 años con la cara marcada por la viruela ni vascos menores de 20 años cojos a consecuencia de la polio, cuyo último caso en Euskadi diagnosticó Arístegui en 1985. El problema es que, si las inmunizaciones caen, cualquier enfermedad en retroceso puede resurgir y convertirse en una amenaza para la población desprotegida.
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Autor: Asociación Española de Vacunología
Asociación científica dedicada a la formación e información sobre vacunas destinada a profesionales sanitarios y público en general.