Hasta los últimos días del siglo XVIII, en 1796, no había vacunas y las tasas de mortalidad infantil eran elevadas. Un médico rural de Inglaterra, Edward Jenner, tuvo la arriesgada idea de inyectar en el brazo de un niño de ocho años, James Phipps, una muestra de viruela vacuna obtenida de la mano de una granjera. Fue la primera vacuna. Después Pasteur puso a punto la de la rabia, una patología que de otra forma no tiene cura. Después vendrían muchas más, que evitaron sufrimientos y muertes. Irónicamente, dos siglos después de aquel pinchazo milagroso de Jenner, y ya en el umbral del XXI, en 1998, otro médico inglés, Andrew Wakefield, publicó un artículo en la revista The Lancet que desencadenó el rechazo a la vacuna triple vírica, al asociarla, sin evidencia científica, al autismo. Wakefield había falseado e inventado datos. The Lancet se retractó de la publicación. Sin embargo, desmentir un rumor es mucho más difícil que lanzarlo. Los movimientos antivacunas tomaron ese nefasto trabajo por bandera para emprender una cruzada, que aun continúa, en forma de falsos mitos que hoy no se sostienen…
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Autor: Asociación Española de Vacunología
Asociación científica dedicada a la formación e información sobre vacunas destinada a profesionales sanitarios y público en general.