En un artículo aparecido en la revista Nature se aborda el tema de las escuelas como puntos calientes de contagio del SARS-CoV-2 y de entrada, afirma, que los datos acumulados procedentes de todo el mundo sugieren que no lo son, y que a pesar de los temores, las infecciones no han resurgido cuando las escuelas y las guarderías han reabierto sus puertas tras el confinamiento, de manera que cuando ha aparecido algún brote epidémico, ha afectado a un pequeño número de personas.
Aun así, las investigaciones también han mostrado que los niños pueden contraer el virus y expeler partículas víricas y, que los niños mayores, es más probable que lo transmitan respecto a los más pequeños. Se desconocen las razones y parece que los niños van a rueda de los acontecimientos más que provocarlos. Una de las que se sospecha que está detrás de este hecho se debe a que los niños, particularmente los menores de 12-14 años, son menos susceptibles a la infección y a que una vez infectados excretan menos virus. El potencial de transmisión aumenta con la edad por lo que el foco de las medidas de mitigación deberían ser los adolescentes y los maestros, de manera que se podría plantear una vuelta a las clases on-line en el caso de que aumente la transmisión comunitaria.
Las escuelas pueden reabrir con seguridad cuando la transmisión comunitaria es baja, pero incluso en lugares donde la transmisión está aumentando, los brotes en las escuelas son poco frecuentes y, especialmente, cuando se siguen las medidas de protección. En Italia reabrieron más de 65.000 colegios en septiembre, cuando en la comunidad los casos estaban aumentando. A las cuatro semanas solo 1.200 han experimentado brotes y en el 93% de los casos solo se reportó una infección y solo en una escuela de secundaria se registró unclusterde diez infectados. Algo similar se ha constatado en el estado de Victoria, Australia.
En cualquier caso, está por aclarar con qué frecuencia los brotes que se originen en los colegios contribuirán a la transmisión comunitaria, al existir factores extraescolares que pueden, también, contribuir a la transmisión.
Una de las preguntas que se plantea la comunidad científica es el por qué los niños parece que diseminan menos. Una posibilidad podría venir condicionada por su menor tamaño y superficie pulmonar, lo que les hace menos capaces, respecto de los adultos, de proyectar aerosoles, tal como ocurre con la tuberculosis. Pero en esta última, la infección reside en los pulmones y en la COVID-19 el virus se replica mayoritariamente en la vía aérea superior. Otra posibilidad podría venir de la alta frecuencia de infecciones asintomáticas en la infancia. De hecho, en el Reino Unido hasta el 50% de los niños infectados de 2 a 15 años no desarrollan síntomas.
En definitiva, no existe la transmisión o el riesgo cero, pero el riesgo de infección en las escuelas es bajo, especialmente cuando es baja la transmisión del virus en la comunidad.
Traducido y adaptado por José A. Navarro-Alonso M.D.
Pediatra. Comité Editorial A.E.V.
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