El pasado 25 de abril se celebró un webinar organizado por la National Academy of Sciences de los Estados Unidos en el que durante 90 minutos expusieron sus opiniones destacados miembros de la academia, de instituciones sin ánimo de lucro y del gobierno norteamericano acerca de la situación creada por el Covid-19. Una recopilación de lo tratado lo ha publicado la edición americana de Medscape.
Como nota más destacada subrayar la unanimidad en cuanto a que sin un acceso equitativo a una vacuna, la pandemia seguirá causando devastación, especialmente en los países menos desarrollados.
Jeremy Farrar, director de Wellcome Trust, expuso su sensación de que todavía estamos infraestimando el verdadero impacto al que estamos haciendo frente ahora y a lo que vendrá en los próximos meses e incluso años, más aun teniendo en cuenta que en los 120 días posteriores a la aparición del nuevo coronavirus ya se había extendido por casi todos los países de la tierra. Su gran preocupación, manifestó, es pensar en lo que va a ocurrir cuando el virus llegue a Centroamérica, al cono sur americano, al continente africano y al sudeste asiático, sin olvidar a los habitantes de las zonas de conflicto y a los que viven en los campos de refugiados y de migrantes. Una vacuna para esas situaciones sería de capital importancia ya que el distanciamiento físico y el confinamiento por sí solos no van a acabar con la pandemia. Los antivíricos o los inmunomoduladores tampoco son la solución.
Respecto de este último punto, Susan Weiss, profesora de microbiología de la Perelman School of Medicine de la Universidad de Pennsylvania, se mostró de acuerdo en que posiblemente los antivíricos solo serían de utilidad en las fases muy iniciales de la enfermedad y que, por otra parte, en los estadios precoces no siempre está claro que una persona esté infectada. Para ella la respuesta definitiva está en una vacuna.
El jefe ejecutivo de la Coalition for Epidemic Preparedeness Innovations (CEPI), Richard Hatchett, comentó que se debe ser realista en lo que esperaremos de la terapia antivírica, ya que aun siendo importante que se ensayen en esta infección, con toda probabilidad no serán la fórmula milagrosa. En cuanto a la vacuna, son ya 107 candidatas en desarrollo en Europa, Norteamérica y la República Popular China.
Antonhy Fauci, director del National Institute of Allergy and Infectious Diseases y asesor del presidente de los Estados Unidos, dijo que varios de esos prototipos se están desarrollando en los Estados Unidos y que, en relación a ellos, el Instituto apoya a varias compañías farmacéuticas y a centros académicos. Mostró su deseo de que se dispusiera en el futuro de varias vacunas y aunque la primera obligación de su institución es para su país, también es muy sensible al hecho de que tienen una responsabilidad mundial como gran potencia en investigación y desarrollo. Al igual que el resto de los panelistas estuvo de acuerdo en que será crucial asegurar que una vacuna exitosa se distribuya equitativamente en todo el mundo. Tenemos que estar seguros que el planeta tiene acceso a las vacunas y que no deben concentrarse en unas pocas naciones.
Hatchett manifestó su preocupación con lo que llamó “nacionalismo vacunal” que lo definió como: “la tensión de los líderes electos que tenderán a proteger la vida de sus conciudadanos aunque la vía más eficiente para proteger su modo de vida sería garantizar que la epidemia se aborda a escala mundial”. “No se pueden abordar los grandes retos del siglo XXI, pandemias o el cambio climático, con un nacionalismo estrecho de miras”.
Farrar concluyó diciendo que “al menos que el mundo se comprometa a llevar las soluciones basadas en la ciencia a todos los rincones del mundo, no acabaremos con esta pandemia”.
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