¿Cuánto tiempo lleva fabricar una vacuna o cómo conseguir lo imposible?

 

A la vista de la multitud de noticias en las que se dice que se dispondrá de una vacuna frente al SARS-CoV-2 en pocos meses y que, además, podrá fabricarse a gran escala, un artículo de opinión de Stuart Thompson publicado el 30 de abril en The New York Times aborda ese asunto con el sugerente título: How long will a vaccine really take?

En noticias previas publicadas en estas entregas ya se expuso la opinión del Dr. Anthony Fauci en la que estando de acuerdo con que una vacuna sería el arma definitiva frente al coronavirus, también afirmaba que no estaría disponible antes de 12 o 18 meses. La triste realidad detrás de esta esperanzadora predicción es que probablemente la vacuna no llegue a tiempo: no se ha comercializado hasta ahora una vacuna frente a coronavirus para humanos. El record en desarrollar una vacuna completamente novedosa es de al menos cuatro años, lo que es más del tiempo que en cuanto a la distancia social el público o la economía puede tolerar.

Pero se pregunta el autor que si hay alguna ocasión para acelerar, es precisamente esta. Para ello recaba la opinión de expertos en vacunas para conocer si se puede comprimir el calendario para disponer de una vacuna en los próximos meses en lugar de años.

A la vista de las 95 vacunas en fases clínicas o preclínicas, una primera medida sería poner la mayor parte de las candidatas en primera línea de salida de modo que no se “pongan todos los huevos en la misma cesta”; pero teniendo presente que menos del 10% de las que entran a los ensayos clínicos serán aprobadas por la Food and Drug Adminsitration. El resto se quedan por el camino por no ser efectivas o por tener demasiados efectos adversos.

Algo positivo es que se puede aprovechar la experiencia de las investigaciones previas con vacunas frente a otros coronavirus (SARS y MERS) ya que tienen alrededor de un 80% de homología con el SARS-CoV-2 y usan la espícula S como antígeno vacunal. Pero el ir tan rápido puede tener un coste motivado por el acortamiento de la fase de investigación preclínica. En esa etapa de trabajo preparatorio ya tendría que haber una “fábrica piloto” que estuviera preparadas para producir una cantidad adecuada de vacuna a utilizar en los ensayos clínicos.

Una vez finalizada la etapa preclínica, se plantean las opciones para acortar los plazos de las fases clínicas, aunque la regla de oro de los investigadores es no comenzar a probar el prototipo en humanos hasta que se hayan hecho las pruebas de seguridad más rigurosas. ¿Cuáles serían las opciones?:

. Utilizar una “velocidad pandémica”: comenzar una fase sin finalizar la precedente, aunque lo habitual es que transcurran meses entre las distintas fases para estudiar detenidamente los hallazgos. Si la velocidad no fuera pandémica y sí fuera convencional, no finalizarían las fases antes de 18 meses.

. Combinar las fases para pasar con rapidez a la fase III y utilizar un mayor número de voluntarios participantes en los ensayos.

. Vacunar en primer lugar a los trabajadores esenciales y de primera línea, lo que podría ser una realidad para finales de este año, tal como se apunta desde la Universidad de Oxford.

. Construir las plantas de fabricación desde el primer momento supervisadas por la autoridad regulatoria. Cada vacuna necesita una instalación y equipamiento distinto y a la medida del producto que se va a producir. Estas plantas deben cumplir con estrictas medidas para instalaciones biológicas, lo que lleva alrededor de cinco años, y a un coste de al menos tres veces más que las plantas farmacéuticas convencionales.

En este proceso acelerado (fast-track), ¿qué pasaría si una prometedora vacuna hiciera que empeorara la clínica de la enfermedad en caso de contraerla?, como puede ocurrir con alguna vacuna por efecto del “Vaccine-Induced Enhancement”. Este efecto, además, sería visible solo cuando se hubieran vacunado cientos o miles de personas.

Por otra parte hay que tener presente que para conocer la eficacia de una vacuna por los métodos convencionales, los voluntarios de los dos brazos del ensayo tienen que exponerse de manera natural al patógeno. Ello implica llevar a cabo los ensayos ahí donde más esté golpeando la enfermedad o vacunar a los contactos de una persona infectada, pero ¿qué pasaría si la enfermedad estuviera en retroceso?

Pongámonos en la situación más favorable. Han pasado 18 meses y disponemos de una vacuna. Surgirían las siguientes preguntas:

. El tener una vacuna, ¿quiere decir que está disponible para vacunar a millones de personas?, ¿Que puede haber millones de personas en lista de espera?, ¿Qué ocurriría si no fueran los Estados Unidos los fabricantes de una vacuna? En ese caso, ¿esperarían los ciudadanos a que su país productor los priorizara? En relación a este punto, la Fundación Bill y Melinda Gates se ha comprometido a construir plantas para siete vacunas diferentes, aunque al final solo queden dos vacunas en el mejor de los casos. El antiguo responsable de fabricación de vacunas de Merck comentó que los Estados Unidos tendrán capacidad para producir masivamente no más de dos o tres vacunas.

. ¿Habría interferencias con la producción de millones de dosis de las vacunas sistemáticas?

. ¿Cómo puede acortarse la aprobación por la F.D.A.? La aprobación no es una mera formalidad y puede llevar un año entero durante el que los científicos y los comités asesores revisan los estudios para estar seguros de que la vacuna es tan segura y efectiva como dicen sus fabricantes. El no revisar en detalle el dossier científico puede conducir a una situación como la vivida en los cincuenta con la contaminación de un lote de la vacuna antipoliomielítica inactivada con virus salvaje que provocó la muerte a varios niños. La cuestión que surge es: ¿por qué hay tantos equipos de investigadores que expresan unas predicciones tan optimistas, cuando la mayoría de los expertos se muestran escépticos incluso para los 18 meses? El periodista responde: “quizás porque no solo escucha el público, sino también los inversores”.

. ¿Cómo se podría acelerar el proceso de rellenar e inspeccionar los miles de millones de viales y de sellar con los tapones, almacenar las dosis, embarcarlas en transportes manteniendo la cadena de frío, liberación de lotes…..? En definitiva, esta parte constituye un cuello de botella como lo ha sido la escasez de respiradores, mascarillas y de otras medidas de protección personal en la pandemia.

Otro punto a considerar es el de las vacunas “novedosas” que no han sido utilizadas en humanos hasta ahora. Y ahí surge el tema de la vacuna de ARN mensajero, a la que Bill Gates la ha calificado como una de las seis innovaciones que pueden cambiar el mundo. La pregunta es: ¿puede funcionar?, según el Dr. Ledley de la Universidad Bentley “en términos de probabilidades de éxito, lo que dicen los datos es que los ensayos llevarán más tiempo y será menor la probabilidad de su comercialización.

¿Qué pasaría si se cumplieran los pronósticos más pesimistas? El autor del artículo se remite al caso del V.I.H. para el que tras 40 años de trabajo aun no hay una vacuna y, aunque a diferencia de aquel el SARS-CoV-2 no parece mutar significativamente, en el caso de que se retrase la consecución de la vacuna, los fármacos terapéuticos en desarrollo frente al nuevo virus pueden hacer cambiar la lucha pandémica.

Esos tratamientos, junto al uso de pruebas diagnósticas rigurosas y el estudio, seguimiento y cuarentena de contactos, pueden conseguir que “el futuro comience a parecer un poco más brillante y la vida pueda retornar a la normalidad antes de que nos inyecten una vacuna.




Oxford Vaccines Group y su posición en la carrera para disponer de una vacuna

Una noticia aparecida el 29 de abril en The New York Times titula que la vacuna prototipo frente al SARS-CoV-2 del Oxford Vaccine Group va unas “vueltas” por delante del resto. Al margen de que la consecución de una vacuna efectiva no es una carrera de competición, según se afirma en un excelente “comment” publicado en The Lancet que trata sobre lo que los gestores sanitarios debieran conocer a propósito de la inmunidad protectora, el autor de la noticia expone los motivos que justifican su afirmación.

Uno de los motivos es el hecho de que ese Grupo ya haya publicado resultados satisfactorios de seguridad e inmunogenicidad con una vacuna frente al MERS vehiculizada con la misma plataforma de adenovirus de chimpancé. Ello les ha permitido ir por delante de otros grupos e intentar reclutar para las fases II y III de los ensayos clínicos a más de seis mil personas, para que a finales del mes de mayo, se pueda conocer si además de ser segura la vacuna funciona. Afirman qué si los reguladores les conceden una aprobación de emergencia, podrían disponer de unos pocos millones de dosis para el próximo septiembre, siempre que se demuestre que es eficaz.

Además, se han conocido recientemente los resultados de su vacuna en ensayos preclínicos realizados en los National Institutes of Health´s Rocky Mountain Laboratory de Montana (Estados Unidos). A seis macacos Rhesus -considerados como los animales con respuestas al virus parecidas a las del humano- se les inoculó con una dosis de vacuna para después ser expuestos a grandes cantidades del virus salvaje. A los 28 días todos ellos permanecían sanos. Aunque la inmunidad en los monos no garantiza que la vacuna proporcione el mismo grado de protección en humanos, estos resultados suponen una indicación de que el proceso va por buen camino. Incluso si no llegara a buen puerto, proporcionará lecciones sobre la naturaleza del virus y sobre las respuestas del sistema inmune, que informarán a gobiernos, donantes, científicos y compañías farmacéuticas.

En cualquier caso y según el director del programa de vacunación de la Bill and Melinda Gates Foundation, Emilio Emini, sería necesaria más de una vacuna, ya que podrían diferir en cuanto a efectividad según distintos grupos etarios, precio y dosis, entre otras diferencias.

Tanto el prototipo del Oxford Vaccine Group como otros que ahora inician o iniciarán las fases clínicas se enfrentarán a los mismos retos: financiación por valor de millones de dólares, conseguir autorización regulatoria para comenzar los ensayos en humanos, demostrar seguridad y por supuesto demostrar eficacia a la hora de proteger a la población frente al coronavirus. Paradójicamente, los éxitos de los esfuerzos tendentes a controlar la pandemia pueden constituir otro obstáculo. Con el objetivo de poder probar la vacuna, los miembros del Grupo son los únicos del país que quieren que el número de nuevas infecciones se mantenga durante unas cuantas semanas más. Pero si por mor de las medidas de distanciamiento físico sigue descendiendo el ritmo de nuevas infecciones, pudiera darse la circunstancia de que la vacuna no pudiera demostrar si es o no eficaz. Ello les empujaría a ensayarla en otras áreas geográficas, posiblemente en Africa o en La India o a apremiar a la autoridad regulatoria para que permita acelerar las fases del ensayo clínico mientras todavía se mantenga la epidemia en Inglaterra. En última instancia podrían finalizar en los Estados Unidos los ensayos siempre y cuando para noviembre siguiera habiendo casos.

Otro obstáculo aún pendiente de resolución es buscar una gran compañía farmacéutica que se hiciera cargo de la fabricación a gran escala, teniendo presente que a ninguna de ellas, a priori, les va a reportar grandes ganancias económicas. A propósito de este último punto y con fecha 30 de abril se ha firmado un acuerdo de cooperación entre la Universidad de Oxford y Astra Zeneca para el desarrollo y potencial distribución de la vacuna.

Los científicos cantarían victoria si enfermaran unas doce personas del grupo placebo y solo una o dos de las que reciben la vacuna.

 




Los programas de vacunación y las resistencias antibióticas

Un estudio publicado en la revista Nature liderado por epidemiólogos de la Universidad de Berkeley en California, sugiere que las vacunas recientemente en el programa ampliado de vacunación de la Organización Mundial de la Salud reducirían el consumo de antibióticos en los niños de menos de cinco años habitantes de los países media y baja renta per capita. Para llegar a esa conclusión analizaron datos de estudios a gran escala para estimar que la vacuna antineumocócica conjugada y la vacuna frente a rotavirus confieren un 19.7% y un 11.4% de protección frente a infecciones respiratorias agudas y diarreas tratadas con antibióticos, respectivamente. A la vista de las actuales coberturas de vacunación ambas vacunas evitan anualmente 23.8 y 13.6 millones, respectivamente de episodios de uso de antibióticos entre los menores de cinco años. Si se lograra una cobertura total de ambas vacunas se evitarían 40 millones de episodios adicionales de consumo de antibióticos.  Los autores concluyen que en un esfuerzo mundial de lucha frente a las resistencias antibióticas debe priorizarse la vacunación infantil por encima de las intervenciones sobre el agua, la higiene y los servicios de saneamiento.




A grandes males, grandes remedios. El punto de vista de S. Plotkin y de un experto en ética respecto del “challenge” en humanos

A vueltas con el challenge de virus salvaje en humanos participantes en ensayos clínicos, el profesor Stanley Plotkin y Arthur Caplan, experto en bioética de la Universidad de Nueva York, han publicado en el último número de la revista Vaccine un provocativo artículo que lleva por título: “extraordinary diseases require extraordinary solutions”.

En el artículo exponen sus argumentos favorables a acelerar la duración de los ensayos clínicos mediante la exposición intencionada al virus de los participantes, ya que son de la opinión de que el virus no va a desaparecer sino que puede hacerse endémico y continuar causando ciclos de enfermedad respiratoria y neumonías letales.

Durante los meses o incluso años que pueden durar los ensayos para demostrar eficacia conducidos a la manera tradicional , el SARS-CoV-2 puede infectar y posiblemente matar a millones de personas. Se hace necesario, pues, poner en marcha estrategias para acortar su duración. Una sería aplicar la llevada a cabo con la vacuna frente al virus Ebola en la que los investigadores compararon las tasas de incidencia en dos regiones africanas, una vacunada y otra no. Ese proceso demostró efectividad vacunal en diez meses desde el primer ensayo clínico. Los autores del artículo, igual que otros, proponen obtener datos preliminares de seguridad y eficacia en voluntarios humanos mediante provocación con virus salvaje. Al analizar la rápida expansión del virus y su letalidad, la pregunta que se plantea es si se debe esperar a disponer de datos de un gran segmento de población en el que la enfermedad tenga alta incidencia o si aceleramos el proceso mediante un challenge, que, por cierto, ya se ha empleado con varios patógenos (gripe).

Proponen una inmediata discusión acerca de la ética y también de su aceptación por parte de la autoridad regulatoria, como paso previo para el uso de una vacuna candidata bajo la premisa de “emergencia”. En el caso del SARS-CoV-2 piensan que se podía aprovechar la baja tasa de letalidad en personas de 18 a 29 años (en la República Popular China fue del 0.03%, que, aunque no negligible, era relativamente infrecuente) y/o en aquellos que por motivos de trabajo se encuentren en un colectivo de alto riesgo de transmisión. Este challenge se llevaría a cabo tanto en los vacunados como en los controles. En ambos grupos, y en el caso de presentar un cuadro clínico grave tras el mismo, se podría recurrir a tratamientos de rescate (remdesivir) o de suero humano hiperinmune. Por supuesto, y es un aspecto de capital importancia, los comités éticos deben supervisar todos los pasos, los voluntarios no deben ser sometidos a medidas coercitivas de ningún tipo y deben ser debidamente informados acerca de los riesgos conocidos y desconocidos.

Una vez aceptado el challenge, el siguiente paso sería administrar el virus a los voluntarios con evidencia serológica de una infección previa que nos permitiría conocer si las respuestas inmunes son protectoras y, adicionalmente, nos proporcionaría información sobre cuáles de ellas son realmente importantes. Los siguientes estudios incluirían a los vacunados y a los controles seronegativos. El challenge se haría con bajas dosis de patógeno para determinar la dosis mínima infectante y el análisis de las respuestas en los vacunados que no se infectan proporcionaría información importante sobre los subrogados de protección que, a su vez, ayudaría en el desarrollo de otras vacunas.

Evidentemente, la producción del virus para el challenge se haría bajo las premisas de las Good Manufacturing Practices, de manera que no comenzarían los estudios hasta que existiera un acuerdo entre los reguladores y los comités de ética en cuanto a qué resultados serían aceptables para confirmar la eficacia. Es decir, ambos deben de tener en cuenta el número de potenciales muertes en los integrantes del grupo control y en la población general si se llevara a cabo un estudio convencional de eficacia fase III versus las que se registrarían en el periodo que duraría un estudio de challenge bien diseñado. Más aun, prosigue, sería posible para los reguladores el permitir su uso bajo condiciones de emergencia en base a los resultados de esa provocación mientras que seguirían recopilando datos de la manera habitual para una posterior autorización de comercialización.

“Causar deliberadamente una enfermedad en humanos es repugnante, pero si a los voluntarios se les pregunta si están dispuestos a asumir riesgos, sin ninguna presión o coacción, no es explotación sino altruismo. Estamos al tanto de muchas ofertas de voluntarios para los estudios de provocación”.

Finaliza con una frase de Shakespeare: “Desperate diseases by desperate measures are relieved”, que podría traducirse por: “A grandes males grandes remedios”.

  • Las enfermedades extraordinarias requieren soluciones extraordinarias

 




Inmunidad humoral al tétanos, difteria y poliomielitis en adultos después del tratamiento de neoplasias hematológicas

Einarsdottir S, Ljunman P, Kaijser B et al. Humoral immunity to tetanus, diphtheria, and polio in adults after treatment for hematological malignancies. Vaccine 2020;38:1084-1088

Debido a que múltiples estudios han demostrado que tras la quimioterapia para leucemias los niños pueden perder la inmunidad protectora frente a enfermedades inmunoprevenibles, los autores pretenden evaluar si la inmunidad frente a tétanos, difteria y poliomielitis en los adultos se mantiene tras una quimioterapia convencional para leucemias agudas y enfermedades malignas linfáticas, con especial énfasis en los tratados con rituximab.

Se estudiaron 104 pacientes con una media de 18 meses tras la última tanda de quimioterapia con una edad media de 61 años y diagnósticos de leucemia aguda o linfoma de los que 48 habían recibido rituximab. Los niveles para considerar protección mínima fueron de ≥0.01 mUI/mL para difteria y tétanos y de ≥2 para poliovirus 1 y 3. Respecto a la relación antes y después del tratamiento y para tétanos, hubo, con carácter significativo, más pacientes no inmunes tras el tratamiento (p=0.02) y para difteria hubo una tendencia (p=0.06) similar. Respecto a la poliomielitis no se constataron diferencias en los títulos neutralizantes pre y postratamiento frente a poliovirus tipo 1 y sí para poliovirus tipo 3 (p=0.006). En relación a los títulos en los pacientes tratados con rituximab, no se asoció un menor título para ninguno de los antígenos analizados.

Tras exponer las limitaciones del estudio, concluyen que tras el tratamiento deberían reinmunizarse aunque dudan si utilizar una dosis única o un esquema de tres dosis, y cuando sería el momento ideal postquimioterapia para administrarlo.




Perfil de seguridad de la vacuna contra la rubeola administrada a mujeres embarazadas: una revisión sistemática de los eventos adversos relacionados con el embarazo después de la inmunización, incluido el síndrome de rubeola congénita y la infección de rubeola congénita en el feto o el lactante

Mangtani P, Evans S, Lange B et al. Safety profile of rubella vaccine administered to pregnant women: a systematic review of pregnancy related adverse events following immunisation, including congenital rubella syndrome and congenital rubella infectios in the foetus or infant. Vaccine 2020;38:963-978

Revisión sistemática de la literatura para evaluar el riesgo de efectos adversos tras la administración inmediatamente antes o durante el embarazo de la vacuna frente a la rubeola.

Los estudios candidatos al análisis elegibles fueron de todo tipo, desde ensayos clínicos aleatorios a series de casos y reportes de detección. Las participantes eran embarazadas o que concibieron en los tres meses de recibir la vacuna. Para los resultados, se identificaron 406 trabajos como potencialmente relevantes y se seleccionaron para el análisis a 4 estudios de cohortes, 17 de registros de exposición durante el embarazo, 9 de cohortes vacunadas durante el embarazo, 8 series de casos y 4 estudios de mujeres voluntarias vacunadas antes de un aborto terapéutico inducido.

No se confirmó ningún caso de síndrome de rubeola congénita y en base al número de mujeres susceptibles expuestas a la vacuna poco antes o durante el embarazo se estimó el riesgo teórico máximo en menos del 0.099%. No obstante se documentó transmisión vertical del virus atenuado demostrada mediante secuencia nucleótida y pruebas séricas en neonatos (IgM antirrubeola en cordón) que podría apoyar el porqué de los fundamentos en los que se basaba la contraindicación.

Los autores concluyen que la vacuna debe evitarse, por precaución, durante el embarazo y que no se aconseja la finalización del embarazo si inadvertidamente se administra la vacuna antirrubeólica durante el embarazo.

 




Vacuna contra el meningococo B y transporte nasofaríngeo de N meningitidis en adolescentes en Australia

Marshall H, McMillan M, Koehler A et al. Meningoccal B vaccine and meningococcal carriage in adolescents in Australia. N Eng J Med 2020;382:318-327

Ensayo clínico aleatorio y controlado llevado a cabo en South Australia entre 2017 y 2018 para conocer si dos dosis de la vacuna 4CMenB tienen algún impacto en el transporte nasofaríngeo de N meningitidis de adolescentes de 15 a 18 años de edad.

El outcome primario fue conocer la prevalencia de meningococo de los genogrupos A, B, C, X, Y y W a los doce meses de la vacunación, la adquisición de los mismos e identificar las características asociadas con el transporte en situación basal. Participaron 34489 estudiantes de 237 escuelas del Estado que fueron enrolados entre abril y junio de 2017 distribuidos en 12746 en el grupo de vacunados y 11523 en el grupo control. A los doce meses no se observó diferencia en la prevalencia de meningococo causante de enfermedad entre el grupo vacunal (2.55% o 326 de 12746) y el grupo control (2.52% o 291 de 11523) con una odds ratio ajustada de 1.02 con IC 95%: 0.80-1-31 y p=0.85). Basalmente, los factores de riesgo para el transporte nasofaríngeo fueron la infección actual del tracto respiratorio superior, el consumo de cigarrillos, las pipas de agua, asistir a bares o discotecas y los besos.

Los autores concluyen que la vacuna 4CMenB no tiene efecto alguno sobre el transporte de ningún serogrupo de N meninigitidis causantes de enfermedad invasora en programas que incluyan adolescentes con cobertura de vacunación media-alta, lo que enfatiza la necesidad de una protección directa para aquellos con alto riesgo de padecimiento de enfermedad, la escasa utilidad de su uso en brotes para reducir el riesgo en los casos tardíos y la importancia de la antibioterapia para eliminar rápidamente el estado de transporte.

  • Vacuna contra el meningococo B y transporte nasofaríngeo de N meningitidis  en adolescentes en Australia



Prevalencia del virus del papiloma humano en varones heterosexuales adolescentes tras la implementación de la vacunación escolar femenina y masculina en Australia: 2014-2017

Chow E, Tabrizi S, Fairley Ch et al. Prevalence of human papillomavirus in teenage heterosexual males following the implementation of female and male school-based vaccination in Australia: 2014-2017. Vaccine E pub ahead of print September 24, 2019

Estudio observacional de prevalencia en Australia destinado a comparar la prevalencia de papilomavirus en pene de adolescentes varones heterosexuales en cohortes elegibles o no elegibles para vacunación escolar por el programa de vacunación masculino.

El país introdujo la vacunación escolar en niñas en 2007 con repesca hasta los 26 años y la de varones escolares de 12-13 años en 2013 con repesca hasta los quince. Entre 2014 y 2017 se reclutaron en centros de educación sexual y centros comunitarios a varones heterosexuales de entre 17 y 19 años de todo el país. Calcularon las prevalencias ajustadas en dos periodos: 2014-2015 (antes de la implantación de la vacunación en varones) y 2016-2017 (posterior). Globalmente se reclutaron 152 varones en 2014/15 y 146 en 2016/17 de los que el 55% había recibido al menos una dosis de vacuna tetravalente, siendo similar para ambos periodos el uso de condones y el número de partners sexuales. La prevalencia de genotipos prevenibles por la vacuna tetravalente fue bajo en ambos periodos (2.6% vs 0.7% con aPR: 0.28 (IC 95%:0.03-2.62). Al comparar con los de 2014/15, los de 2016/17 tenían menor prevalencia de cualquiera de los 37 genotipos de HPV que se testaron (21.7% vs 11.6%) y de los trece genotipos de alto riesgo (15.8% vs 7.5% con aPR: 0.59, IC 95%: 0.30-1.19). La prevalencia de tipos de bajo riesgo no difirió entre los dos periodos.

Los autores concluyen que la prevalencia de tipos vacunales en heterosexuales en ambas cohortes es baja, probablemente debido a la protección comunitaria del programa exclusivo de vacunación a mujeres. Hacen falta más estudios que determinen el impacto de la vacunación universal en cuanto a la prevalencia de papilomavirus en varones.





Aprobada la comercialización de la vacuna antimeningocócica tetravalente ACYW conjugada con toxoide tetánico

La FDA de los Estados Unidos ha aprobado la comercialización de la vacuna antimeningocócica tetravalente ACYW conjugada con toxoide tetánico del laboratorio Sanofi Pasteur. La vacuna, Menquadfi, está indicada para los de dos o más años y se espera que esté disponible para su uso poblacional para el año 2021.

La autorización se ha realizado en base a los resultados de las fases II y III de ensayos clínicos doble ciego y aleatorios en cerca de 5000 personas y no fueron inferiores inmunológicamente a los de otras vacunas tetravalentes ya comercializadas. Los efectos adversos más frecuentes fueron dolor local, algias musculares y cefaleas. Por otra parte, se encuentran en marcha otros ensayos con menores de dos años.

 

 




¿Qué sabemos de la vacuna a día de hoy?

En la sección “News” de la edición de 27 de abril de British Medical Journal, la periodista especializada en clínica Elizabeth Mahase, repasa la situación de los prototipos de vacunas frente al SARS-CoV-2 que han pasado a la fase de ensayos clínicos, la dificultad para crearlas, los tiempos necesarios para desarrollarlas, qué hacer si  se encuentra una vacuna exitosa, la colaboración entre países y si una vacuna puede acabar con la pandemia.

De las 83 vacunas potenciales candidatas que ha evaluado la Organización Mundial de la Salud a fecha de 23 de abril, son siete las que han pasado a ensayarse en humanos.

En cuanto a las siete vacunas en fases I o II, la de CanSino Biological se está ensayando en Pekín y es la única que hasta la fecha ha llegado a la fase II. La vacuna utiliza un adenovirus como vector y son 375 adultos sanos lo que forman parte del ensayo, de los que 125 forman parte del grupo control. Se comprobará la seguridad y la inmunogenicidad (anticuerpos neutralizantes) a los 28 días. La compañía no ha notificado ninguna información de los resultados de la primera fase.

Otra compañía China, Sinovac, está ensayando una vacuna inactivada, PiCoVacc, en 144 adultos que serán 600 en la siguiente fase. En esta sección de la Asociación Española de Vacunología ya se detallaron sus resultados en monos.

No se dispone de información adicional de otra de las vacunas de la República Popular China fabricada por el Beijing Institute of Biological Products junto al Wuhan Institute of Biological Products.

Una cuarta vacuna producida por la Universidad de Oxford se encuentra en fase e incluye a 1102 voluntarios sanos. Vehiculiza la proteína S en un adenovirus de chimpancé. Utiliza como control la vacuna antimeningocócica tetravalente conjugada. En esta Sección también se publicó días atrás una entrevista con los principales investigadores de ese proyecto.

De Estados Unidos procede la vacuna fabricada por Inovio Pharmaceuticals que utiliza como plataforma el ADN. El máximo responsable de la firma asegura que dispondrán de la vacuna en 12-18 meses.

También de Estados Unidos es la vacuna del laboratorio Moderna desarrollada junto al National Institute of Allergy and Infectious Diseases de la que días atrás se hizo eco esta Sección. Actualmente son sesenta los adultos que participan en la fase I del ensayo y utiliza un esquema de dos dosis separadas por 28 días.

Una última vacuna proviene de Alemania, aunque todavía no ha entrado en la fase I. La vacuna, BNT162, la desarrolla BioNTech y Pfizer y en las fases iniciales participarán 200 voluntarios. El Robert Koch Institute ya ha dado el placet para el comienzo de las fases clínicas.

La autora se pregunta acerca de la dificultad en crear una vacuna frente al COVID-19, y a ese respecto el Dr Shattock que lidera un ensayo del Imperial College y que comenzará el próximo mes de junio, no cree que vaya a representar una tarea difícil ya que, al contrario que la gripe o el VIH, el SARS-CoV-2 es un virus relativamente estable. Es probable que desde una perspectiva científica haya altas posibilidades de éxito. A propósito del tiempo necesario para su desarrollo, la periodista comenta que en líneas generales disponer de una vacuna puede llevar más de diez años con un coste de cientos de millones de libras esterlinas. Esto es así porque después de dos a cinco años de análisis de las respuestas inmunes y de ensayos en animales, se pasa a probarla en miles de sujetos y si demuestra que es segura y eficaz, pasaría a examen por la autoridad regulatoria, para en caso de obtener la autorización de comercialización, proceder a su fabricación y reparto. Además de un proceso largo, se precisa de alta capacitación y de instalaciones muy reguladas. En el estado actual de la cuestión se ha propuesto un periodo de 12 a 18 meses al estar trabajando con vacunas prototipo, y a toda prisa, muchos equipos de investigadores. Se necesitará habilitar ingentes sumas económicas para financiar esos proyectos.

A la pregunta de qué ocurrirá si una vacuna pasa con éxito todas las fases, la Wellcome Foundation comenta que se deberán construir las plantas de fabricación antes de que finalicen los ensayos clínicos, con el objetivo de asegurar que comience la producción tan pronto como se comercialice la vacuna. Muy aconsejable, prosigue, que las plantas estén repartidas por todo el mundo con el fin de asegurar una distribución equitativa.

Subrayó el papel de la Organización Mundial de la Salud en cuanto que ha conseguido convocar a líderes mundiales y a altos representantes públicos y privados del sector salud para acelerar el desarrollo y producción de vacunas, así como para su reparto equitativo. Lamenta la escritora la ausencia del presidente de los Estados Unidos y especialmente su negativa a seguir contribuyendo al mantenimiento económico de esa Institución, alegando a cómo ha manejado la información de la pandemia.

Por último, se refiere al consejo de la O.M.S. en relación a alertar a la población para que no confíe exclusivamente en una vacuna para poner fin a la pandemia. Incluso si en un futuro dispondremos de una, es muy pronto para especular sobre qué eficacia tendrá. Ohid Yaqub, profesor titular de la Universidad de Sussex, ha explicitado a ese respecto: “Deben continuar tanto tiempo como sea posible las políticas públicas centradas en la distancia física y en manejar los costes sociales del confinamiento”.