SARAMPIÓN
LA ENFERMEDAD
El sarampión es una enfermedad muy contagiosa y grave causada por un virus del género Morbillivirus, de la familia de los Paramixovirus, que normalmente crece en las células de revestimiento de la faringe y los pulmones, y puede propagarse rápidamente.
Reservorio
El único reservorio es el ser humano, por lo que es un virus reúne las condiciones para ser eliminado. No existen reservorios animales ni terrestres, y además se dispone de una vacuna de gran eficacia protectora.
Forma de transmisión
El virus se propaga por la tos y los estornudos, el contacto personal íntimo o el contacto directo con secreciones nasales o faríngeas infectadas. El virus presente en el aire o sobre superficies infectadas sigue siendo contagioso hasta 2 horas.
El periodo de incubación es de 10 días desde la exposición al virus hasta el comienzo de los síntomas.
El periodo de transmisión va desde 1-2 días antes del comienzo de la sintomatología hasta 4 días después de la aparición del exantema.
Manifestaciones clínicas
El primer signo del sarampión suele ser fiebre alta, que comienza unos 10-12 días después de la exposición al virus y dura 4-7 días. En la fase inicial, el paciente puede presentar rinorrea, tos, conjuntivitis y pequeñas manchas blancas en la cara interna de las mejillas (manchas de Koplik, fig. 1).
Figura1.
Boca de un paciente con manchas de Koplik, un primer signo del sarampión
Figuras 2 y 3.
Exantema maculopapuloso
Después de este periodo prodrómico aparece un exantema maculopapuloso (figs. 2 y 3), que generalmente empieza en la cara y la parte superior del cuello, se extiende en unos 3 días y acaba por afectar el torso, las manos y los pies. La erupción dura 5-6 días hasta desaparecer. El intervalo entre la exposición al virus y la aparición del exantema oscila entre 7 y 18 días (media de 14 días).
En los países donde la circulación del virus del sarampión es alta, la mayoría de las muertes se deben a sus complicaciones, que son más frecuentes en los menores de 5 años y los adultos. Las más graves son la ceguera, la encefalitis (infección acompañada de edema cerebral), la diarrea grave (que puede provocar deshidratación), las infecciones del oído y las infecciones respiratorias graves, como la neumonía. Los casos graves son especialmente frecuentes en los menores de 5 años, en niños malnutridos y sobre todo en los que no reciben un aporte suficiente de vitamina A; también en personas inmunodeprimidas y en embarazadas.